La historia de La Forestal
(Epílogo de la novela)
La Forestal fue una
compañía inglesa -que tuvo capitales franceses y alemanes en sus orígenes-,
iniciada a raíz de un préstamo perjudicial que Argentina obtuvo con la empresa
Murrieta de Londres a principios del siglo anterior, y que llevó al
aniquilamiento de 1.500.000 hectáreas de quebrachales en el Chaco Austral:
norte de la provincia de Santa Fe, sur del Chaco y noreste de Santiago del
Estero.
Esta empresa, conocida
como el Imperio de La Forestal, exportaba postes de quebracho colorado,
durmientes para el ferrocarril, rollizos y, esencialmente, tanino.
Si bien, hay personas que añoran cierta prosperidad que trajeron sus fábricas, es tristemente recordada por la historia, debido a la destrucción de los recursos naturales, la explotación de sus trabajadores y los oscuros contactos con el poder de turno.
Si bien, hay personas que añoran cierta prosperidad que trajeron sus fábricas, es tristemente recordada por la historia, debido a la destrucción de los recursos naturales, la explotación de sus trabajadores y los oscuros contactos con el poder de turno.
Tenía una extensión de 2
millones de hectáreas, 400 kilómetros de ferrocarril, 5 ciudades-fábricas,
puertos, estancias y aserraderos.
Con la complicidad de
distintos gobiernos, La Forestal funcionó como un Estado dentro del
Estado, reorganizando el territorio de acuerdo a su necesidad y su
estrategia de acumulación dirigida desde Londres: cerró fábricas que ya
existían, bloqueó proyectos de reconversión industrial, reprimió protestas, y
pagó a sus vapuleados trabajadores -en muchos casos- con vales que estos a su
vez debían canjear en los almacenes de la propia Compañía.
Tuvo como política el
intento de control absoluto y, además de crear y dirigir grupos de represión,
separó a quienes eran conflictivos, confeccionando listas negras.
En la década del 10,
había cinco fábricas en pleno funcionamiento en la provincia de Santa Fe,
ubicadas en Santa Felicia, Villa Guillermina, Villa Ana, Tartagal y La
Gallareta, en las que se producía tanino para curtir cueros mediante un proceso
complejo a partir de la pulverización de troncos de quebracho convertidos en
aserrín. Mientras los empleados administrativos y jerárquicos gozaban de muy
buenas condiciones laborales, los obreros trabajaban hasta 16 horas diarias.
Fue desde las fábricas de donde surgió el movimiento sindical, motorizado por
las terribles condiciones de trabajo de los obreros, y se extendió luego a los
trabajadores del monte -los más castigados-, que cumplían jornadas de sol a sol
en circunstancias infrahumanas, desnutridos, expuestos a peligros y
enfermedades, habitando precarias viviendas y recibiendo vales como pago.
En 1919 se produjo una
gran huelga en la que triunfaron los obreros. La Compañía debió ceder a sus
reclamos, pero luego no cumplió lo acordado y se reiniciaron las protestas. En
el tiempo que siguió, La Forestal provocó actos de rebelión armada que se
transformaron en brutales persecuciones, y puso en marcha su dispositivo
represivo: ejército, policía, matones a sueldo y la Gendarmería Volante
-conocida como Los Cardenales-, creada por decreto por el gobernador de Santa Fe, Enrique Mosca, a pedido de los ingleses, y armada y financiada por la propia
Empresa.
La violencia empresarial
que aplicaron se hizo más explícita en 1921, donde asesinaron a 600 obreros.
Además de las víctimas fatales hubo torturas, quema de ranchos, expulsiones -que
provocaron dolorosos exilios-, y cierre de fábricas.
Después de la masacre,
la Empresa desarrolló estrategias para lavar su imagen y fue construyendo su
figura de gran padre proveedor de trabajo y bienestar, como otra manera de
ejercer su control. A partir de entonces, los pueblos tanineros vivieron
una aparente prosperidad que, aún hoy, muchos recuerdan con nostalgia.
La firma se retiró
definitivamente del país a mediados de los sesenta, cuando cerró la última
fábrica, en La Gallareta, dejando graves consecuencias económicas, ecológicas y
humanas. Santa Fe perdió casi el 90% de sus montes, se cobraron impuestos
mínimos en relación a los excedentes que tenía la Empresa y luego se pagaron
altísimos precios para la re-estatización de territorios convertidos en
virtuales desiertos.
Miles de personas tuvieron que
abandonar sus pueblos, dejando atrás las ruinas fantasmales de edificios y
fábricas, que hoy son los silenciosos testimonios de esta triste parte de nuestra
historia, que merece ser analizada.